Hasta hace unos años, los dientes cariados o fracturados se reconstruían con amalgama de plata (empastes metálicos), este tipo de restauraciones solía durar muchos años, pues eran muy resistentes. Sin embargo, presentaban algunos inconvenientes destacables, al ser metálicos eran excelentes transmisores de los cambios de temperatura, lo que se traducía en sensibilidad dental; su apariencia no era estética; y no existía adhesión a la estructura dental.
Con los años fueron evolucionando los materiales y las técnicas hasta llegar los composites estéticos de última generación, que mimetizan el color del diente, y con una alta resistencia, los cuales requieren de la colocación de adhesivos dentales que consiguen una extraordinaria unión al diente y que permiten un eficaz sellado, consiguiendo así una restauración de gran resistencia al desgaste, fuerza estructural y la gran ventaja, su máxima estética.
Cuando la destrucción del diente es tan grande que queda muy debilitado, será necesario reforzarlo con una incrustación de cerámica o una funda.